Zamarła. Potem w jej oczach pojawił się błysk: strach, poczucie winy, wahanie. A potem wyszeptała coś, co zmroziło mi krew w żyłach:
„Richard… nie mam na imię Anna.”
La habitación se quedó en silencio. Mi corazón latía con fuerza.
„¿Qué… qué quieres decir?”
Bajó la mirada, temblando.
„Anna era mi hermana”.
Me tambaleé hacia atrás. Mi mente corría. ¿La chica que recordaba, aquella cuya sonrisa conservé durante cuarenta años, se había ido?
„Murió”, susurró la mujer, entre lágrimas. „Murió joven. Nuestros padres la enterraron en silencio. Pero todos decían que me parecía a ella… que hablaba como ella… que era su sombra. Cuando me encontraste en Facebook, yo… no pude stressirme. Pensaste que era ella. Y por primera vez en mi vida, alguien me miró como miraba a Anna. Nie ma pytania, co do tego.”
Sentí que el suelo se tambaleaba bajo mis pies. Mi «primer amor» había muerto. La mujer frente a mí no era ella: era un espejo, un fantasma que vistió los recuerdos de Anna.
Quería gritar, maldecir, exigirle que me engañara. Pero al verla, temblorosa y frágil, me di cuenta de que no era solo una mentirosa: era una mujer que había Livingo toda su vida a la sombra de alguien, invisible, sin amor.
Las lágrimas me quemaban los ojos. Me dolía el pecho de dolor: por Anna, por los años robados, por la okrutny jugarreta del destino.
Susurré con voz ronca:

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